Mateo 22:1
Parábola de la fiesta de bodas
Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:
Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:
El reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que hizo bodas a su hijo;
Y envió sus siervos para que llamasen los llamados a las bodas; mas no quisieron venir.
Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas.
Mas ellos no se cuidaron, y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;
Y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron.
Y el rey, oyendo esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y puso fuego a su ciudad.
Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos.
Id pues a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos hallareis.
Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos: y las bodas fueron llenas de convidados.
Y entró el rey para ver los convidados, y vio allí un hombre no vestido de boda.
Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Mas él cerró la boca.
Entonces el rey dijo a los que servían: Atado de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.
Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.
Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra.
Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres.
Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?
Mas Jesús, entendida la malicia de ellos, les dice: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?
Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.
Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción?
Dícenle: De César. Y díceles: Pagad pues a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
Y oyendo esto, se maravillaron, y dejándole se fueron.
Aquel día llegaron a él los Saduceos, que dicen no haber resurrección, y le preguntaron,
Diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y despertará simiente a su hermano.
Fueron pues, entre nosotros siete hermanos: y el primero tomó mujer, y murió; y no teniendo generación, dejó su mujer a su hermano.
De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta los siete.
Y después de todos murió también la mujer.
En la resurrección pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer? porque todos la tuvieron.
Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios.
Porque en la resurrección, ni los hombres tomarán mujeres, ni las mujeres marido; mas son como los ángeles de Dios en el cielo.
Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os es dicho por Dios, que dice:
Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
Y oyendo esto las gentes, estaban atónitas de su doctrina.
Entonces los Fariseos, oyendo que había cerrado la boca a los Saduceos, se juntaron a una.
Y preguntó uno de ellos, intérprete de la ley, tentándole y diciendo:
Maestro, ¿cuál es el mandamiento grande en la ley?
Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente.
Este es el primero y el grande mandamiento.
Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Y estando juntos los Fariseos, Jesús les preguntó,
Diciendo: ¿Qué os parece del Cristo? ¿de quién es Hijo? Dícenle: De David.
El les dice: ¿Pues cómo David en Espíritu le llama Señor, diciendo:
Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Entre tanto que pongo tus enemigos por estrado de tus pies?
Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su Hijo?
Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.